Periostitis Tibial, ¿Y ahora qué hago? (1/2)

Escrito por: Ricardo Quezada

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Hay dos momentos en la temporada en las que sé que tendré la consulta llena de pacientes que se quejan de dolor en la parte interna de sus piernas. Sobra decir que la pierna es la parte distal de la extremidad inferior, por debajo de la rodilla y que termina en el tobillo, diferenciándose con la parte proximal de la extremidad más voluminosa que se conoce como muslo. Estos dos momentos, que no los únicos pero si los más frecuentes, son la pre-temporada y, en algunos atletas, en la preparación especial o especifica de ciertas cualidades esenciales para su deporte.

El dolor al que hago mención se asocia justo al aumento de los volúmenes de entrenamiento que incluyen carrera, trote o saltos, por ejemplo; y se desarrollan sobre todo en aquellos atletas que presentan alteraciones posturales en su tren inferior tales como excesiva pronación del retropié (parte posterior del pie), rotación interna excesiva de la cadera, ante-versión femoral, torsión tibial, pero también en aquellos que no cuentan con un buen control de su núcleo corporal o core, lo que se relaciona con déficits musculares específicos de músculos de la cintura pélvica, el abdomen e incluso el suelo pélvico. También lo pueden presentar quienes no vigilan la longevidad de su calzado deportivo, quienes no son cautos en la relación de impactos – disipación de energía, por no mencionar los desbalances musculares de los músculos de las piernas, pobres desarrollos técnicos en la carrera o el salto, entre otros factores.

El resultado de la interacción de estos factores de riesgo, además de la susceptibilidad individual de cada atleta para asimilar su carga de entrenamiento, es la alteración orgánica y funcional de las estructuras que reciben los impactos o que los transmiten o disipan. Con esto me refiero, por ejemplo al pie, el talón o fascia plantar, quienes pueden sufrir alteraciones en el cojinete graso, el nervio plantar medial o la propia unión Facio calcanea.

Por otro lado, tenemos alteraciones en tejidos de tránsito como la tibia que conduce la energía, resultado del impacto del pie frente a la tierra y su potencial modulación, por los músculos de la misma que, al fracasar o verse rebasados, manifiestan ese tan característico dolor que recorre el borde interno de la tibia y que puede asociarse a la posición de pies en punta con discreta rotación interna. Es a dicho dolor al que me refiero, distinguiéndolo del dolor que se presenta en la cara anterior (parte delantera) de la pierna que se relaciona más con sobrecarga del tibial anterior en “talonadores”, o al dolor sordo de la pierna que afecta la sensibilidad y los pulsos que normalmente hace sospechar de problemas en los paquetes donde los músculos se acomodan al interior de la pierna (síndrome compartamental).

Sí, me refiero a ese dolor que usted al leer este artículo (si es que realmente corre) presenta luego de 1000 a 1500 metros y que no se limita “al calentar”, ese que de no parar con el paso del tiempo puede hacer fracasar al tejido óseo y generar una fractura por estrés.

Este dolor que técnicamente conocemos como “síndrome de estrés medial de la tibia”, pero que el paciente que convive con corredores describe como shin splint en los casos más sofisticados o periostitis e incluso “perios” en los casos menos formales.

Este dolor que al acudir al médico le avientas en la cara el diagnóstico y le dices: ¡Y ahora! ¿Qué hago con él?

Por supuesto que le hago una descripción puntual de todos los factores asociados y las alteraciones anatómicas macro y microscópicas que se observan en la patología, lo que motiva un asombro evidente en el estudiante de medicina que tengo al lado, pero que desafortunadamente no conmueve en lo más mínimo a mi paciente. Es evidente que busca una respuesta que regularmente no quiere escuchar. Sr. corredor usted tiene que cambiar de calzado, modificar aspectos técnicos de carrera, estirar ciertos músculos, fortalecer otros, disminuir su peso graso y aumentar su peso muscular, y disminuir su volumen de carrera hasta incluso suspenderla, cambiando de modalidad de ejercicio para no perder sus alcances aeróbicos y cardiovasculares, etcétera, etcétera, etc.

Por supuesto que el paciente sólo escucho lo escrito en negrillas y desafortunadamente he de comentar que ese aspecto es piedra angular del tratamiento.

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